Desde hace unos años tengo una amiga muy especial que me ayuda desde el cielo, siempre viene conmigo – junto con mi madre, Eva y Anchoa Muñoz. Ella me protege en todas la pruebas del #RetoPichón, es Anita, tendría ahora 27 años. La historia que hoy os traigo constata que ella está ahí, ayudando de alguna forma.

Hice un llamamiento por redes sociales

La bici con la que hago los triatlones es de carretera, y necesitaba una bici de montaña para poder participar en algunas de las pruebas a las que me había inscrito este año. Después de meditarlo mucho, hace un par de meses hice un llamamiento por redes sociales: buscaba poder comprar una bici de montaña de segunda mano a alguien que, por cualquier razón, hubiese dejado de utilizar la suya.

Es cierto que no sabía si alguien me iba a contestar. Mi primera sorpresa fue la respuesta inmediata de dos personas que se ofrecieron para prestarme la suya – Pedro y Ángel, muchas gracias a los dos -. Y la siguiente sorpresa fue que una persona, Carlos Bastos Fernández, me escribió por Facebook para regalarme la suya: “¿Te vale esta? No te la vendo, te la regalo” junto con una fotografía. Me asombró su generosidad. ¡Quería regalármela! Aunque le propuse poner un precio simbólico, él insistió en donar la bicicleta al #RetoPichón.

Me hablaba con mucha familiaridad y con mucho cariño.

Dejé pasar el mes de julio y agosto, y ya en septiembre se aproximaba una prueba en la que necesitaba una bici de montaña, así que volví a escribirle. Su respuesta fue: “Aquí sigue, cuando quieras vienes a por ella”. Y así hice. Hace unos días, me envío la ubicación de su casa y me dirigí hasta allí. Era en un pueblo de Sevilla, en Sanlúcar La Mayor. Llegando vi un letrero muy grande con su apellido: BASTOS. ¡Era allí!

Carlos me recibió amablemente, nos saludamos, y noté desde el principio que él me hablaba con mucha familiaridad y con mucho cariño, como si me conociera, y tengo que reconocer que yo en ese momento no sabía quién era. Me estuvo enseñando la bici, y estuvimos un rato charlando, cuando de repente… ¡mencionó a su sobrina Anita! ¡Era su tío! Carlos Bastos Fernández. ¡No me lo podía creer!

La montamos en el coche, le prometí que la cuidaría, que la utilizaría para ayudar a otras personas y se lo agradecí hasta la saciedad. Cuando regresaba a casa, estuve reflexionado mucho sobre todo lo ocurrido. No podía quitarme de la cabeza lo que había pasado. Una vez más me doy cuenta de que, en este mundo, hay persona buenas y generosas, y podéis llamarlo casualidad, yo lo que creo es que mi amiga Anita me cuida desde el cielo.

Muchísimas gracias, Carlos Bastos Fernández. Y muchísimas gracias Anita.

¡Hasta muy pronto!