Quiero que conozcáis a algunas de las personas que hacen que todo sea posible en Apascide, los que hacen que pasen cosas. Con su entrega y voluntad consiguen que las personas sordociegas que están en el centro tengan una vida más plena y feliz.

Voy a empezar por ellos, pero no son los únicos. Muy pronto os hablaré de los demás.

Lola empezó como presidenta de la organización en el año 1997, motivada por Inés, su hija sordociega que actualmente se encuentra en el centro. Lola es una mujer muy luchadora, valiente, religiosa y con las ideas muy claras. Vive entre Madrid y Sevilla. Trabaja de forma incansable para conseguir los objetivos de la organización. Pone su vida para que el centro siga adelante y ha hecho que su marido, Juan Carlos y su otra hija, María del Mar, estén completamente implicados en Apascide.

Ruth quería salvar ballenas, nunca se imaginó trabajar en discapacidad pero empezó de voluntaria en Apascide en 2007 cuando Lola, la presidenta, le ofreció trabajar allí. Tiene 37 años. Combina la función de gerente del centro con su papel de trabajadora social. Su día a día consiste en que las instalaciones y servicios del centro  funcionen correctamente. Tiene 16 personas a su cargo, servicio doméstico, administración y mantenimiento.  Acaba de ser madre hace siete meses de su primer hijo, Klaus. Junto a Javier, su marido, tienen acogida a una de las niñas que estoy ayudando este año con el RetoPichón 2020, Alejandra. Una preciosa niña de Guinea Ecuatorial. Aunque es de Madrid, ahora vive en Guillena con 5 perros, una gata, 13 gallinas y 5 patos. Lo único que echa de menos es a su familia. Le gusta la naturaleza y la alta  montaña.

Ro es de Pontevedra, donde empezó a trabajar con 20 años. Cinco años antes ya le propuso a  su madre montar un albergue para indigentes. Ya allí se “enganchó” con las personas sordociegas. Asegura en nuestra conversación que cuando ve que estas personas mejoran, le parece “magia”, a pesar de ser “un trabajo duro porque están gravemente afectados”. Llegó al centro en el año 2010 y ha ocupado diferentes puestos hasta llegar a ser la directora de la residencia donde tiene 40 personas a su cargo. Le gustan los retos y me dice que prefiere estar mucho más cerca del día a día con los niños y jóvenes. Vive en Triana (Sevilla), donde está totalmente identificada con el barrio. Le gusta la música, las manualidades, viajar y pensar en Pontevedra le llena de nostalgia.

Olga estudió magisterio y logopedia, es de Sevilla. He podido apreciar que es una mujer luchadora y con mucha energía. Tiene 15 personas a su cargo porque es la directora del Centro de Día y lo compagina con su labor de logopeda. Está en el centro desde el principio. Antes de ir al centro ya trabajaba con Inés, la hija de Lola, la presidenta. Conoció este mundo en el Colegio de la ONCE. Es madre de Curro (13) y Macarena (5). Me dice que Apascide le absorbe su vida como un adolescente. A veces le cuesta recordar por qué está allí, porque lo ha dejado todo, un trabajo fácil, etc. Sin embrago, luego afirma que estar con estas personas es el motor fundamental para todo lo demás. Le hacen ver la realidad de la vida. Una mujer que le apasiona viajar, y me sorprende que ella siempre quería estar ahí.

Aida es una mujer fuerte, con mucha entrega y generosa, me ha parecido una persona muy especial. Aunque nació en Encinas Reales (Córdoba), vive en Sevilla, y es psicóloga. A igual que Olga, empezó desde el principio en Apascide y empezó con Inés. Insiste en que para ella lo más importante es su familia, Alberto, su marido, y su hijo Javier, de 14 años. El centro es su otro yo, el motor, junto a su familia, para salir adelante. Me dice que hay días negros, pero solo piensa en las personas que están en el centro y, entonces descubre todo el sentido. A veces necesita hacer cosas mecánicas para despertar su mente, el deporte, el teatro, bailar, y sobre todo, una buena cerveza con su familia.

Mari Carmen e Inma no pueden dejar de hablar mientras trabajan. Las dos aseguran que cuando llegan empiezan una conversación y cuando se van por la tarde siguen con la misma. Mari Carmen es la segunda madre para estas personas, le dicen ‘abuela’. Lleva nueve años trabajando allí, e Inma siete. Tienen muy claro que cuando llegan a trabajar dejan sus problemas fuera, tienen que repartir alegría y reflexionan ¡con qué poco son felices! Para ellas no es solo un trabajo, es algo que les hace muy feliz. En su cocina huele fenomenal, ¡estaban haciendo pollo y patatas! Aseguran que todo lo hacen con muchísimo cariño. Sus amigas les preguntan cómo tienen fuerzas para trabajar allí y ellas responden que deberían conocer aquello porque muchas veces, estas personas solo necesitan un abrazo.

Meli es mediadora, vive en Sevilla. Aunque lleva trabajando en Apascide 6 años han sido un ir y venir. Estudió Magisterio. Me sorprende su cargo llamado ‘corre turnos’, está en todos los grupos supliendo las bajas, vacaciones y descanso de sus compañeros. Hace la mediación y el puente entre la persona sordociega y su mundo. Me dice que ellos son sus ojos y oídos para todo. Asegura que los avances son muy pequeños, pero detrás hay mucho esfuerzo, constancia “Se trata de ir sembrando poco a poco para conseguir pequeños avances: cepillarse los dientes, coger la cuchara, etc.”. Patinar e ir de furgo a cualquier playa son sus mayores placeres. Aunque a veces se siente cansada porque lleva toda la vida trabajando con sordociegos y está convencida de su objetivo en el centro: “nosotros no estamos aquí para dar de comer, sino para hacer felices a estas personas”.

Concha hace tareas de administración, es la primera cara que te encuentras cuando entras en el centro. Llegó hace 3 años, estudió turismo y venía de otros trabajos totalmente diferentes. Me dice que allí siente más implicación que en otros sitios, que es más reconfortante, te llena más. Vive en Sevilla. Me explica que en sus tareas tiene que estar siempre ahorrando para el centro y que lo que más le sorprende es la cantidad de cosas que pueden llegar a hacer las personas sordociegas.

Pronto volveré para contaros más sobre Apascide y el Centro Santa Ángela de la Cruz, hasta entonces…

 

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